Paisaje, identidad y migración: el paso de Ezochi a «Hokkaido»
Más allá del debate en torno a la conveniencia o no de los términos
«diáspora» y «transnacionalismo» (Reis, 2004; Fais, 2010), parece más
que evidente que de los flujos migratorios no sólo es importante
analizar los desplazamientos físicos y las redes de conexiones, por así
decirlo, conmensurables que se establecen. Del latín «migrare» (cambiar
de residencia, moverse), el acto de migrar también debería aludir al
aspecto psíquico y sensorial del ser humano. Es útil, aquí, coger
prestada la concepción trialéctica del espacio de Henri Lefebvre, esto
es, la interconexión entre «espacio percibido» (aspecto físico),
«espacio concebido» (aspecto mental) y «espacio vivido» (aspecto
corpóreo) (Lefebvre, 1974), siendo cada uno de ellos producto y factor
de los otros dos restantes. Esta visión se podría entender como una
derivación de la idea de «experiencia vivida» de Maurice Merleau-Ponty
(1945), para quien toda percepción está corporeizada, es decir, que pasa
inexorablemente por el filtro sensorial. De este modo, el espacio no
sería únicamente un locus neutro potencialmente moldeable por, sino también un sujeto que moldea a los seres humanos.
Con este marco teórico de fondo, es interesante analizar la fase de
re-conceptualización o «japonización» Meiji de Ezochi 蝦夷地 («tierra de
los bárbaros») hasta convertirse en «Hokkaido»: el paso de lo ajeno a lo
propio, de lo decrépito a lo civilizado, de lo estéril a lo productivo.
A este respecto es notoria la aportación de Vivian Blaxell (2009),
quien a través de tres personajes clave durante el periodo Meiji
(1868-1912) analiza algunos de los procesos de destrucción y
construcción más significativos del proceso de domesticación de la
otredad en la isla.
En primer lugar la autora destaca la figura de Shima Yoshitake 島義勇
(1822-1874), quien fuera samurái del clan Saga. Con influencias
neoconfucianas y del nativismo kokugaku, su visión del nuevo
Japón imperial pasaba por una recepción de nuevas formas y tecnologías
de Occidente inseparable de la política y cultura tradicionales propias.
Entre sus aportaciones, destaca, en un primer momento, el Nyūhokki 入北記, un registro de sus experiencias en Hokkaido y Karafuto (Sajalín) entre 1856 y 1857, además de un poemario (kanshi)
escrito durante sus viajes entre 1856 y 1862, donde narra el carácter
inhóspito, desamparado y exótico de la isla, pero donde a la vez
evidencia una necesidad de traducción visual y pacificación del entorno
que le supondrá el uso de tropos y una sensibilidad por la naturaleza
propio de la poesía y la pintura china nativizada, así como la inclusión
de deidades sintoístas e incluso la inclusión de escenarios recurrentes
en el Kojiki y el Nihongi. Posteriormente, en 1869 pasó a
ser nombrado por el Kaitakushi 開拓使 (Comisión colonizadora de Hokkaido,
que funcionó cual gobierno territorial hasta 1882) encargado del diseño y
construcción de Sapporo, la nueva capital de la isla, así denominada
por el gobierno Meiji en ese mismo año. Es suya, pues, la concepción de
esta nueva ciudad en base a la capital imperial que había sido Kioto,
así como los diseños del Maruyama Kōen 円山公園 (el mismo nombre que un
famoso parque en el centro de Kioto) y la colocación de un templo
sintoísta al lado este (el futuro Hokkaidō Jingu 北海道神宮). Así pues, Shima
proyectó una modernización de Sapporo que proclamaba el avance en tanto
que tradición (no contaminación), es decir, que seguía las estrategias
aparentemente contradictorias de jōi 攘夷 («expulsión de los extranjeros por la fuerza») y kaikoku
開国 («apertura del país al exterior»); visión, por otra parte,
compartida por la mayoría de líderes durante los primeros años del
gobierno Meiji, y que se explica, en parte, como una respuesta
dialéctica o de supervivencia a la presión política internacional.
La segunda de las figuras clave se trata de Kuroda Kiyotaka 黒田清隆
(1840-1900), quien tomará el relevo para el desarrollo de Sapporo. Si en
un principio este había compartido la visión nativista de Shima, pronto
priorizará la modernización per se del país y no tanto su forma.
Algunos de los diseños públicos bajo su tutela fueron la creación del
Sapporo Tokeidai 札幌時計台, utilizada como sala de prácticas del Instituto
de Agricultura de Sapporo (futura Universidad de Hokkaido), y el
Seikatei 清華亭 y el Hōheikan 豊平館, ambos diseñados para servir de
residencia al emperador en ocasión de sus visitas. Las construcciones
que dirigió Kuroda se caracterizan por un estilo arquitectónico
marcadamente europeo y norteamericano, pero, a su vez, sobre todo en los
interiores y en los detalles de las fachadas, imbuido de un espíritu
japonés. Esta simbiosis arquitectónica refleja los esfuerzos del
Kaitakushi por reinventar Hokkaido mediante el discurso de la modernidad
y la causa colonial.
Finalmente, Blaxell hace referencia a Nakayama Kyūzō 中山久藏
(1828-1919), quien se encargará de introducir el cultivo del arroz en la
isla a pesar de los grandes impedimentos climatológicos que suponía.
Además, la disposición de los arrozales estará basada en las mismas
formas geométricas tradicionales que inspiraron a Shima. De este modo,
si bien las edificaciones contenían una carga simbólica y de poder muy
importante, será la alteración del resto del paisaje lo que completará
la naturalización de la isla. Si bien tras la instauración del gobierno
Meiji, poco a poco se fue substituyendo la caza y la recolección, la
agricultura y la pesca de subsistencia propia de la población ainu
indígena por los negocios coloniales, el cultivo industrial, la
explotación de recursos y la pesca comercial, será, con todo, el cultivo
del arroz y toda la carga identitaria que contiene el verdadero punto y
aparte en la percepción de Hokkaido. En la actualidad, la variante de
arroz oborozuki おぼろづき propia de Hokkaido está altamente valorada
en el resto de Japón, lo cual nos habla de una circulación de productos y
significados que resulta en una transacción colonial perfecta (lo cual,
sea dicho de paso, evidencia, una vez más, el hecho que los procesos de
aculturación no son unidireccionales).
Visto ya el caso de construcción colonial de «Hokkaido», es necesario
reflexionar acerca de él a través de la lente fenomenológica de
Lefebvre al inicio de esta entrada y vincularlo con los procesos
migratorios. Que el imperio japonés a través de colonos despojó in situ a
la población local de sus modos de pervivencia y supervivencia
―entendidos como los dos objetivos universales comunes a todas las
sociedades (Fernández-Martorell, 2009)― va de lo suyo. Esta invasión
generará rápidamente una imposición presencial (colonos) y material
(desarrollo urbanístico). En un nivel mucho más sutil se encuentra, como
Blaxell analiza, la materialidad del discurso y su semiótica, o lo que
sería lo mismo, la arquitectura como justificación, una urdimbre
metafórica que todo lo inviste. Sin embargo, también cabe tener en
consideración la experiencia vivida de colonos y colonizados,
causa y derivado de estos dos niveles. La modificación del entorno no
sólo altera el paisaje, sino que predispone lo que puede ser imaginado de y en él, puesto que la experiencia, que percibe esos cambios, pasa a ser otra muy distinta. Vivir Hokkaido, o aún más, emigrar a Hokkaido no solo concierne a los que físicamente se encuentran allí (de hecho nunca existió ese allí),
sino a todo aquel que lo experimenta como cercano en un sentido amplio:
no solo los que sienten su frío, labran sus campos, tratan con los
indígenas o añoran su pueblo natal, sino también aquellos que a través
de diarios, cartas, libros, fotos, comentarios, alimentos, músicas, y un
larguísimo etcétera, pueden vivirlo desde fuera.
Así pues, se observa un doble recorrido migratorio que acabará
confluyendo. Recorridos que parten de experiencias de la isla (Ezochi)
como extraña y exótica, pero que a través de un proceso cada vez más
difuso de exportación-importación de personas, materiales, prácticas,
discursos y significados acaban por convertirse en experiencias de la
isla como pertenencia (Hokkaido). Aquellos que emigraron más allá del
estrecho de Tsugaru, retornaron permaneciendo; aquellos que
permanecieron en el Japón precolonial emigraron a «Hokkaido».
Fotografías:
Mapa de Hokkaido de 1869 (colección de mapas de Hokkaido de la Biblioteca de la Universidad de Hokkaido)
Mapa del terreno de la oficina principal del Kaitakushi
Oficina principal del Kaitakushi en construcción
Oficina principal del Kaitakushi
Casa del Estado de Massachusetts, base del diseño de la oficina principal Kaitakushi
Capitolio de Maryland en Annapolis, base del diseño de la oficina principal del Kaitakushi
Akarenga, sucesor de la anterior oficina principal del Kaitakushi tras su demolición en 1879 (página official, colección de fotos)
a) En torno a Shima Yoshitake 島義勇 (1822-1874)
Retrato de Shima Yoshitake
Recorrido de Shima por Hokkaido
Portada del Nyūhokki
Interior del Nyūhokki (I)
Interior del Nyūhokki (II)
Plano de Sapporo diseñado Shima Yoshitake
Estatua de Shima Yoshitake en el Maruyama Kōen (página oficial)
Hokkaido Jingu (página oficial)
b) En torno a Kuroda Kiyotaka 黒田清隆 (1840-1900)
Retrato de Kuroda Kiyotaka
Tokeidai (página oficial, colección de fotos)
William Wheeler (1819-1887), aquitecto del Tokeidai
Insituto de Agricultura de Hokkaido, futura Universidad de Hokkaido
Uno de los primeros modelos de granero de Hokkaido, ahora parte del campus de la Universidad de Hokkaido
Seikatei (página oficial, colección de fotos)
Típica casa en Nueva Inglaterra, semejanza con el Seikatei
Hōeikan (página oficial, colección de fotos)
Casas utilizadas por antiguos samuráis tras ser enviados por el gobierno para cultivar y defender Hokkaido si fuera necesario
Familia de antiguos samuráis en la ciudad de Kushiro enseñando su cosecha en 1887
c) En torno a Nakayama Kyūzō 中山久藏 (1828-1919)
Retrato de Nakayama Kyūzō
Geometría de los campos de cultivo en Hokkaido (1909)
Arte en un arrozal de Hokkaido en 2010 (colección de fotos)
Variante de arroz oborozuki producida en Hokkaido
Fuentes utilizadas
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Vol. 35-2-09
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