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2011/01/12

La lógica del discurso como alternativa al caos: aproximación a la «Escuela de los Nombres» (míngjiā 名家)





La lógica del discurso como alternativa al caos:
aproximación a la «Escuela de los Nombres» (míngjiā 名家)


El periodo de los Reinos Combatientes y las «cien escuelas»

Este periodo de desunión (403-256 a.n.e.) que acabará definitivamente con la dinastía Zhou (iniciada en el siglo xi a.n.e.), fue sin duda prolijo en escuelas de pensamiento que trataron de «reequilibrar» la sociedad y poner fin a las guerras, que en definitiva se consideraban algo totalmente opuesto a la voluntad del hombre. A este periodo de guerras continuas pero de gran afloro intelectual ―algo que paradójicamente ya no es paradoja― también se le conoce como de «los maestros y las cien escuelas» (zhūzĭ băi jiā 諸子) por la historiografía china. Si bien todas las tendencias conceptuales que surgieron abordan temas comunes como Dao , qi , Yin-Yang 陰陽, etc., generalmente difieren en cuanto a su ideología (San Ginés, 2001).


La importancia del discurso y la lengua china

Es precisamente el discurso uno de estos temas comunes y primordiales entre estas escuelas. La razón es que los terratenientes (shì ), la clase social intermedia entre la nobleza y los campesinos y artesanos, habían ido cobrando importancia debido al hundimiento de la estructura feudal Zhou, ya que, ante la coyuntura negativa que les tocó vivir, emigraban y «vendían» su conocimiento a cualesquier ministro que quisiera contratar sus servicios, y para ello, este grupo no podía promocionar si no era mediante la cultura ―que ya habían perdido los nobles en favor de la guerra― y su buen uso de la retórica.
Es por esta razón que, además del ideario particular de cada corriente, el discurso pasó a ser sin duda un elemento definitorio. El rito () de los confucianos como elemento de articulación interpersonal había fracasado y fue el arte de convencer el que se impuso (Galvany, 2002). De hecho, Confucio (Kŏngzi 孔子) ya había advertido este problema y proponía una rectificación de los nombres (zhèngmíng 正名) en aras de una correspondencia con las realidades (míngshí 名實) cambiantes. La civilización china ha considerado el cosmos como un todo continuo en el que todo está interrelacionado (inmanentismo versus trascendentalismo), de ahí que la lengua no represente «ideas» al modo platónico, sino que se utiliza para hacer distinciones, para «recortar» (fēn ), por lo tanto éstas son arbitrarias y subjetivas (Cheng, 2002). Si bien es cierto que todos respaldaban las palabras de los antiguos reyes sabios (shēng ), también lo es que discrepaban en cuanto al «justo medio» (zhōng ), la referencia o vara de medir.
            Para tener una mayor aproximación a esta «guerra de discursos» (Cheng, 2002) es necesario recordar que existen lenguas cuyas estructuras fonetizadas se basan en el sonido (las más extendidas) y otras que se basan en los pictogramas (lenguas de Asia oriental). Cada pictograma constituye una sílaba-palabra que se identifica con una imagen-idea abstracta. La combinación y la interrelación de éstos suelen admitir diferentes interpretaciones que son igualmente válidas (San Ginés, 2001). Las aristas que delimitan cada idea se hallan en el interior de un tropo mental que difícilmente se cuestiona, de ahí el gran peligro de la mala interpretación y de la no adecuación a las realidades. Así pues, la cuestión discursiva china no puede interpretarse bajo el prisma, por ejemplo, de las lenguas latinas, ya que en chino no encontramos palabras con un sentido absoluto, sino que significante y significado parecen no llegar a tocarse nunca, el uno tiende al otro, lo rodea, se acerca más o menos, pero no acaban de casarse, y si lo hacen, se trata de una simple conveniencia. Además, «tras esta aparente simplicidad se esconde una lengua regida a la vez por convencionalismos históricos y una gran libertad de uso que expande hasta sus límites toda norma» (Ramírez, 2004). Es aquí donde el intérprete contemporáneo ―sea o no chino― debe practicar el interjuego conformismo/recreación a la hora de tratar de comprender los textos en lengua china que han llegado hasta hoy.


Los lógicos o la «Escuela de los Nombres» (míngjiā 名家)

En este contexto, y a raíz de la publicación de los códigos penales (Qu, 2010), surgieron unos «especialistas de la argumentación» (biànshì 辯士, aunque también escrito 辨士), activistas políticos y sociales que exponían sus ideas mediante diálogos y paradojas; tratan, en definitiva, de discriminar y analizar de forma lógica las definiciones de las cosas y la correspondencia de éstas con la realidad, ausencia de la cual ―defendían― era el principal problema de la sociopolítico del momento. No fue hasta el siglo ii a.n.e. cuando el historiador Sima Tan 司馬談 (c. 165-110 a.n.e.) definió seis escuelas de pensamiento dentro del periodo de guerras preimperial, una de las cuales era precisamente la Escuela de los Nombres. Además, otros dos grandes historiadores, Liu Xiang (79-8 a.n.e.) y Liu Xin (c. 46 a.n.e.-23), no sólo siguieron la clasificación de Sima Tan ―además de añadir cuatro escuelas más―, sino que también aportaron en el Hanshu 漢書 siete nombres de supuestos miembros de esta escuela y autores de sus escritos: Deng Xi 鄧析, Yin Wen 尹文, Gongsun Long 公孫龍, Cheng Gongshen 成公生, Huang Gong, Mao Gong 毛公y Hui Shi 惠施. De hecho, estos lógicos no llegaron a formar una escuela (jiā ) como tal como otras corrientes y ni ellos ni otros autores llegaron a usar esa categoría en su tiempo, pero también es cierto que las escuelas en China se han basado en los textos que sus miembros consideraban canónicos y no tanto en personajes en concreto (Galvany, 2002), pese a que éste no fuera el caso.
            Ciertamente, estos lógicos fueron duramente criticados por las demás corrientes. De hecho, el mismo Sima Qian司馬 (c. 145-86 a.n.e.) en el Hanshu 漢書 se mostró ambivalente al recriminar su capacidad de manipular a los demás al «controlar los nombres exigiendo realidades» (kòng míng zé shí 控名責實) a la vez que los elogiaba, puesto que su capacidad instrumental podía ser muy efectiva en aquellos tiempos (Galvany, 2002). A diferencia de los griegos, que ponían el énfasis en la definición, los chinos, independientemente de la corriente a la que pertenecían, se preocupaban por el valor práctico y actualizado de las palabras en la realidad, generador de comportamientos (Cheng, 2002).


Precursores y Gongsun Long

Al parecer, Deng Xi (m. 501 a.n.e.) fue el primer abogado y retórico, a veces considerado «padre fundador» de la lógica en China, aunque sin pruebas evidentes. Es posible que su actitud estuviera relacionada con la aversión de las autoridades hacia los lógicos en tanto que perturbadores.
A pesar de no pertenecer a la Escuela de los Nombres según los historiadores chinos, Mozi 墨子 (c. 479-381 a.n.e.) inició la dialéctica china de forma manifiesta (San Ginés, 2001). Buscó bases lógicas al pensamiento ético no con el objetivo de hallar una respuesta definitiva, sino de buscar la estructura que lo fundamente y a la que poder recurrir. A su reflexión epistemológica se la conoce como estudio de los nombres y de las formas (xíngmíngxué 形名學). De aquí surgirán el moísmo tardío, la sofística china como tal y el legismo (San Ginés, 2001).
De este segundo grupo tan sólo ha sobrevivido un breve tratado atribuido a Gongsun Long (c. 320-250 a.n.e.) y algunos extractos de Hui Shi (370?-310? a.n.e.), citados sobre todo en el Zhuangzi 莊子.
Del Gongsun Longzi 公孫龍 tan sólo quedan seis capítulos de los doce existentes. Algunos de sus «absurdos» muestran el rechazo de estos lógicos por el aspecto descriptivo del lenguaje; no confían en él porque ya no es que sólo abarque el plano del significado, de las ideas, sino que directamente no cumple el objetivo que deberían cumplir: la adecuación con lo real, con lo que se puede vivir. Seguramente su enunciado más conocido sea el que dice que «caballo blanco no es caballo» (báimă fēi mă 白馬非馬), y esto es así por la distinción entre una proposición que «acierta» con la realidad (dāng ) y otra que es lógicamente posible (). Esta paradoja ―desde nuestra perspectiva— debe abordarse teniendo en cuenta que los nombres chinos designan objetos comunes a entes particulares y no comunes a todas las mentes, en otras palabras, «una cosa es un todo que incluye partes, no siendo al parte idéntica al todo» (Cheng, 2002). También se encuentran en Gongsun Long atisbos de la semiótica moderna que giran en torno al concepto de «señalar» (zhĭ ): «No hay una sola cosa que esté sin señalar, y lo único que queda sin señalar es el propio señalar. Sin dicho señalar no podríamos nombrar las cosas del mundo. Y sin poder nombrarlas, ¿acaso podríamos decir que están señaladas? No» (Ning y García-Noblejas, 2001).


Comentario y reflexión final

En esta breve aproximación a los primeros lógicos chinos no he pretendido analizar a fondo los fundamentos de su discurso en general —ni menos aún realizar una comparación con los sofistas presocráticos y las formas dialectales en la acualidad― ni de cada autor en particular. Por el contrario, el único objetivo era presentar grosso modo —pero a la vez de forma rigurosa― la Escuela de los Nombres en cuanto a su contexto histórico y social, algunas peculiaridades de la lengua china y alguna noción sobre Gongzun Long.
            A modo de conclusión y reflexión propia, si bien es cierto que las corrientes que surgieron en aquella época y que más éxito han tenido hasta hoy son la confuciana y la daoísta, quizá se deba precisamente al hecho de que llegaron a formar una escuela o jia, a diferencia de los lógicos, que además, tampoco poseen obras de referencia. Y esto se debe posiblemente a su carácter práctico: el discurso sólo tenía sentido en la vida y no en las letras. La grandísima influencia, a mi parecer, que ha tenido y tiene la lógica y el discurso en todas las culturas la suelo insinuar a modo personal de la siguiente forma: si existe una Verdad, entonces sólo cabe una interpretación, por lo tanto la mayoría (o todas) son incorrectas; si existe una realidad para cada persona (relativismo), entonces está claro que el discurso es quien manda. Personalmente, pienso que los dos enunciados son correctos, pero el segundo está supeditado al primero, por lo tanto el discurso sigue inevitablemente mandando.



Fuentes utilizadas

Cheng, Anne, 2002 [1997], Historia del pensamiento chino, Suárez Girard, Anne-Hélène (trad.), Barcelona: Bellaterra.
Fraser, Chris, 2009, «School of Names», en Zalta, Edward N. (ed.), Stanford Encyclopedia of Philosophy, URL: http://plato.stanford.edu/archives/win2009/ entries/school-names/ [consulta: 21 diciembre 2010].
Galvany, Albert, 2002, «¿Sofistas o lógicos? Algunas consideraciones en torno al origen y evolución de la Escuela de los Nombres (Mingjia 名家) en la China antigua», Estudios de Asia y África, año XXXVII (3): 503-526, Distrito Federal: El Colegio de México.
Gernet, Jacques, 2008, El mundo chino, Barcelona: Crítica.
Kaltenmark, Max, 1982, La filosofía china, Madrid: Morata.
Ning, Yao y García-Noblejas, Gabriel, 2001, Libro del maestro Gongsun Long, Madrid: Trotta.
Prevosti y Monclús, Antoni (coord.); Doménech del Río, Antonio José y Prats, Ramón N., 2005, Pensamiento y religión en Asia Oriental, Barcelona: UOC.
Qu, Xianghong, 2010, ¿Es Deng Xizi el primer representante del movimiento intelectual denominado Escuela de los Nombres?, tesina de máster, Universitat Autònoma de Barcelona.
Ramírez Bellerín, Laureano, 2004, Manual de traducción chino/castellano, Barcelona: Barcelona.
San Ginés Aguilar, Pedro, 2001, «Palabras y realidades», en Ning, Yao y García-Noblejas, Gabriel, Libro del Maestro Gongsun Long, Madrid: Trotta.

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