La lógica del discurso como
alternativa al caos:
aproximación a la «Escuela de los Nombres»
(míngjiā 名家)
El periodo de
los Reinos Combatientes y las «cien escuelas»
Este
periodo de desunión (403-256 a.n.e.) que acabará definitivamente con la
dinastía Zhou (iniciada en el siglo xi
a.n.e.), fue sin duda prolijo en escuelas de pensamiento que trataron de «reequilibrar»
la sociedad y poner fin a las guerras, que en definitiva se consideraban algo
totalmente opuesto a la voluntad del hombre. A este periodo de guerras
continuas pero de gran afloro intelectual ―algo que paradójicamente ya no es
paradoja― también se le conoce como de «los maestros y las cien escuelas» (zhūzĭ băi jiā 諸子百家) por la historiografía
china. Si bien todas las tendencias conceptuales que surgieron abordan temas
comunes como Dao 道, qi 氣, Yin-Yang 陰陽, etc.,
generalmente difieren en cuanto a su ideología (San Ginés, 2001).
La importancia
del discurso y la lengua china
Es precisamente el
discurso uno de estos temas comunes y primordiales entre estas escuelas. La
razón es que los terratenientes (shì 士), la clase social
intermedia entre la nobleza y los campesinos y artesanos, habían ido cobrando
importancia debido al hundimiento de la estructura feudal Zhou, ya que, ante la
coyuntura negativa que les tocó vivir, emigraban y «vendían» su conocimiento a
cualesquier ministro que quisiera contratar sus servicios, y para ello, este
grupo no podía promocionar si no era mediante la cultura ―que ya habían perdido
los nobles en favor de la guerra― y su buen uso de la retórica.
Es por esta razón
que, además del ideario particular de cada corriente, el discurso pasó a ser
sin duda un elemento definitorio. El rito (lĭ
禮) de los confucianos como elemento de
articulación interpersonal había fracasado y fue el arte de convencer el que se
impuso (Galvany, 2002). De hecho, Confucio (Kŏngzi
孔子) ya había advertido este problema y
proponía una rectificación de los nombres (zhèngmíng
正名) en aras de una correspondencia con las
realidades (míngshí 名實) cambiantes. La civilización china ha
considerado el cosmos como un todo continuo en el que todo está
interrelacionado (inmanentismo versus
trascendentalismo), de ahí que la lengua no represente «ideas» al modo
platónico, sino que se utiliza para hacer distinciones, para «recortar» (fēn 分), por lo tanto
éstas son arbitrarias y subjetivas (Cheng, 2002). Si bien es cierto que todos
respaldaban las palabras de los antiguos reyes sabios (shēng 聖), también lo es que discrepaban en cuanto
al «justo medio» (zhōng 中), la referencia o vara de medir.
Para tener una mayor aproximación a
esta «guerra de discursos» (Cheng, 2002) es necesario recordar que existen
lenguas cuyas estructuras fonetizadas se basan en el sonido (las más
extendidas) y otras que se basan en los pictogramas (lenguas de Asia oriental).
Cada pictograma constituye una sílaba-palabra que se identifica con una
imagen-idea abstracta. La combinación y la interrelación de éstos suelen
admitir diferentes interpretaciones que son igualmente válidas (San Ginés,
2001). Las aristas que delimitan cada idea se hallan en el interior de un tropo
mental que difícilmente se cuestiona, de ahí el gran peligro de la mala
interpretación y de la no adecuación a las realidades. Así pues, la cuestión
discursiva china no puede interpretarse bajo el prisma, por ejemplo, de las
lenguas latinas, ya que en chino no encontramos palabras con un sentido
absoluto, sino que significante y significado parecen no llegar a tocarse
nunca, el uno tiende al otro, lo rodea, se acerca más o menos, pero no acaban
de casarse, y si lo hacen, se trata de una simple conveniencia.
Además, «tras esta aparente simplicidad se esconde una lengua regida a la vez
por convencionalismos históricos y una gran libertad de uso que expande hasta
sus límites toda norma» (Ramírez, 2004). Es aquí donde el intérprete
contemporáneo ―sea o no chino― debe practicar el interjuego conformismo/recreación
a la hora de tratar de comprender los textos en lengua china que han llegado
hasta hoy.
Los lógicos o
la «Escuela de los Nombres» (míngjiā 名家)
En este contexto,
y a raíz de la publicación de los códigos penales (Qu, 2010), surgieron unos «especialistas
de la argumentación» (biànshì 辯士, aunque también escrito 辨士), activistas políticos y sociales que
exponían sus ideas mediante diálogos y paradojas; tratan, en definitiva, de
discriminar y analizar de forma lógica las definiciones de las cosas y la
correspondencia de éstas con la realidad, ausencia de la cual ―defendían― era
el principal problema de la sociopolítico del momento. No fue hasta el siglo ii a.n.e. cuando el historiador Sima Tan
司馬談 (c. 165-110
a.n.e.) definió seis
escuelas de pensamiento dentro del periodo de guerras preimperial,
una de las cuales era precisamente la Escuela de los Nombres. Además, otros
dos grandes historiadores, Liu Xiang 劉向 (79-8 a.n.e.) y Liu Xin 劉歆 (c. 46 a.n.e.-23), no sólo siguieron la clasificación de Sima Tan
―además de añadir cuatro escuelas más―, sino que también aportaron en el Hanshu 漢書
siete nombres de supuestos miembros de esta
escuela y autores de sus escritos: Deng Xi 鄧析, Yin Wen
尹文, Gongsun Long 公孫龍, Cheng Gongshen 成公生, Huang
Gong, Mao Gong 毛公y Hui Shi 惠施. De
hecho, estos lógicos no llegaron a formar una escuela (jiā 家) como tal como otras corrientes y ni ellos ni
otros autores llegaron a usar esa categoría en su tiempo, pero también es
cierto que las escuelas en China se han basado en los textos que sus miembros
consideraban canónicos y no tanto en personajes en concreto (Galvany, 2002), pese
a que éste no fuera el caso.
Ciertamente,
estos lógicos fueron duramente criticados por las demás corrientes. De hecho,
el mismo Sima Qian司馬遷 (c.
145-86 a.n.e.) en el Hanshu 漢書 se
mostró ambivalente al recriminar su capacidad de manipular a los demás al «controlar
los nombres exigiendo realidades» (kòng míng zé shí 控名責實) a la vez que los elogiaba, puesto que su capacidad instrumental podía
ser muy efectiva en aquellos tiempos (Galvany, 2002). A diferencia de
los griegos, que ponían el énfasis en la definición, los chinos,
independientemente de la corriente a la que pertenecían, se preocupaban por el
valor práctico y actualizado de las palabras en la realidad, generador de
comportamientos (Cheng, 2002).
Precursores y Gongsun
Long
Al parecer, Deng
Xi (m. 501 a.n.e.) fue el primer abogado y retórico, a veces considerado «padre
fundador» de la lógica en China, aunque sin pruebas evidentes. Es posible que
su actitud estuviera relacionada con la aversión de las autoridades hacia los
lógicos en tanto que perturbadores.
A pesar de no
pertenecer a la Escuela de los Nombres según los historiadores chinos, Mozi 墨子 (c. 479-381 a.n.e.) inició la dialéctica
china de forma manifiesta (San Ginés, 2001). Buscó bases lógicas al pensamiento
ético no con el objetivo de hallar una respuesta definitiva, sino de buscar la
estructura que lo fundamente y a la que poder recurrir. A su reflexión
epistemológica se la conoce como estudio de los nombres y de las formas (xíngmíngxué 形名學). De aquí surgirán el moísmo tardío, la
sofística china como tal y el legismo (San Ginés, 2001).
De este segundo
grupo tan sólo ha sobrevivido un breve tratado atribuido a Gongsun Long (c. 320-250
a.n.e.) y algunos extractos de Hui Shi (370?-310? a.n.e.), citados sobre todo
en el Zhuangzi 莊子.
Del Gongsun Longzi 公孫龍子
tan sólo quedan seis capítulos de los doce existentes. Algunos de sus
«absurdos» muestran el rechazo de estos lógicos por el aspecto descriptivo del
lenguaje; no confían en él porque ya no es que sólo abarque el plano del
significado, de las ideas, sino que directamente no cumple el objetivo que
deberían cumplir: la adecuación con lo real, con lo que se puede vivir.
Seguramente su enunciado más conocido sea el que dice que «caballo blanco no es
caballo» (báimă fēi mă 白馬非馬), y esto es así por la distinción entre
una proposición que «acierta» con la realidad (dāng 當) y otra que es lógicamente posible (kĕ 可). Esta paradoja
―desde nuestra perspectiva— debe abordarse teniendo en cuenta que los nombres
chinos designan objetos comunes a entes particulares y no comunes a todas las
mentes, en otras palabras, «una cosa es un todo que incluye partes, no siendo
al parte idéntica al todo» (Cheng, 2002). También se encuentran en Gongsun Long
atisbos de la semiótica moderna que giran en torno al concepto de «señalar» (zhĭ 指): «No hay una
sola cosa que esté sin señalar, y lo único que queda sin señalar es el propio
señalar. Sin dicho señalar no podríamos nombrar las cosas del mundo. Y sin poder
nombrarlas, ¿acaso podríamos decir que están señaladas? No» (Ning y
García-Noblejas, 2001).
Comentario y reflexión final
En esta breve
aproximación a los primeros lógicos chinos no he pretendido analizar a fondo
los fundamentos de su discurso en general —ni menos aún realizar una
comparación con los sofistas presocráticos y las formas dialectales en la
acualidad― ni de cada autor en particular. Por el contrario, el único objetivo
era presentar grosso modo —pero a la
vez de forma rigurosa― la Escuela de los Nombres en cuanto a su contexto
histórico y social, algunas peculiaridades de la lengua china y alguna noción
sobre Gongzun Long.
A modo de conclusión y reflexión
propia, si bien es cierto que las corrientes que surgieron en aquella época y
que más éxito han tenido hasta hoy son la confuciana y la daoísta, quizá se
deba precisamente al hecho de que llegaron a formar una escuela o jia, a diferencia de los lógicos, que
además, tampoco poseen obras de referencia. Y esto se debe posiblemente a su
carácter práctico: el discurso sólo tenía sentido en la vida y no en las
letras. La grandísima influencia, a mi parecer, que ha tenido y tiene la lógica
y el discurso en todas las culturas la suelo insinuar a modo personal de la
siguiente forma: si existe una Verdad, entonces sólo cabe una interpretación,
por lo tanto la mayoría (o todas) son incorrectas; si existe una realidad para
cada persona (relativismo), entonces está claro que el discurso es quien manda.
Personalmente, pienso que los dos enunciados son correctos, pero el segundo
está supeditado al primero, por lo tanto el discurso sigue inevitablemente
mandando.
Fuentes
utilizadas
Cheng, Anne, 2002
[1997], Historia del pensamiento chino,
Suárez Girard, Anne-Hélène (trad.), Barcelona: Bellaterra.
Fraser, Chris, 2009, «School of Names», en Zalta, Edward N. (ed.), Stanford Encyclopedia of Philosophy, URL:
http://plato.stanford.edu/archives/win2009/ entries/school-names/ [consulta: 21
diciembre 2010].
Galvany, Albert, 2002,
«¿Sofistas o lógicos? Algunas consideraciones en torno al
origen y evolución de la Escuela de los Nombres (Mingjia 名家) en la China antigua»,
Estudios de Asia y África, año XXXVII
(3): 503-526, Distrito Federal: El Colegio de México.
Gernet, Jacques, 2008, El mundo chino, Barcelona: Crítica.
Kaltenmark,
Max, 1982, La filosofía china,
Madrid: Morata.
Ning, Yao y García-Noblejas,
Gabriel, 2001, Libro del maestro Gongsun
Long, Madrid: Trotta.
Prevosti y Monclús,
Antoni (coord.); Doménech del Río, Antonio José y Prats, Ramón N., 2005, Pensamiento y religión en Asia Oriental,
Barcelona: UOC.
Qu, Xianghong, 2010, ¿Es Deng Xizi el primer representante del
movimiento intelectual denominado Escuela de los Nombres?, tesina de máster,
Universitat Autònoma de Barcelona.
Ramírez Bellerín,
Laureano, 2004, Manual de traducción
chino/castellano, Barcelona: Barcelona.
San Ginés Aguilar,
Pedro, 2001, «Palabras y realidades», en Ning, Yao y García-Noblejas, Gabriel, Libro del Maestro Gongsun Long, Madrid:
Trotta.
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