Etiquetas

2014/04/27

Las dimensiones política y de género en "La mitad del hombre es la mujer" de Zhang Xianliang




Las dimensiones política y de género en
La mitad del hombre es la mujer de Zhang Xianliang

Si el sexo está reprimido, es decir, destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el solo hecho de hablar de él, y de hablar de su represión, posee como un aire de trasgresión deliberada. (Foucault, 1977: 3)


Introducción
En este breve trabajo llevo a cabo un análisis de la novela La mitad del hombre es la mujer (Nanren de yiban shi nüren男人的一半是女人) (1985) del autor chino Zhang Xianliang 张贤 (1936-) desde el punto de vista de las relaciones de género. Primero, presento el contexto literario y la estructuración de las relaciones de poder en el periodo en que se inscribe la obra. Segundo, resumo el argumento de la obra y presento las temáticas que se pueden extraer. Tercero, realizo un análisis de la obra centrándome, por un lado, en las causas políticas que provocan la emasculinización del protagonista, y segundo, en las causas políticas que provocan una actitud misógina en este personaje y que revierten en su esposa. Por último, recojo algunas conclusiones.


Contexto literario y relaciones de poder en la década de 1980
Se podría decir que todas las obras artísticas nacen como consecuencia de unas circunstancias espacio-temporales concretas, y la novela La mitad del hombre es la mujer de Zhang Xianliang, lejos de ser una excepción, solo se entiende como respuesta a una coyuntura política, social, económica y cultural marcada por el fin del maoísmo y la apertura económica y relajación cultural en China liderada por Deng Xiaoping desde finales de los 1970. En relación al análisis literario centrado en las relaciones de género de este trabajo, considero pertinente recordar sucintamente el contexto literario y las relaciones de poder que se observan en este periodo histórico.
En cuanto al plano literario, La mitad del hombre es la mujer forma parte de una serie de obras que empezaron a publicarse desde 1977 y a lo largo de los 1980 incluidas bajo la etiqueta de “literatura de cicatrices” (shanhen wenxue 痕文学). La temática principal de esta tendencia literaria gira en torno a los traumas e injusticias sufridos —principalmente en relación a intelectuales, artistas y funcionarios— como consecuencia del estado permanente de revolución maoísta. Sin embargo, si bien estas obras se hacen eco de la deshumanización del individuo que supuso este periodo, lo cierto es que no acaban de realizar una crítica directa a la causa revolucionaria ni al Partido Comunista Chino. Este hecho se observa sobre todo en los finales de las obras, teñidos con un claro optimismo a pesar de las penurias sufridas generalmente por los propios autores. De este modo, se puede decir que esta literatura no deja de justificar y encajar dentro del discurso dominante (Prado-Fonts et al., 2008: 17-18). En un plano más general, la década de los 1980 significó un periodo de fiebre cultural y emancipación intelectual iniciado simbólicamente en 1979 con el Cuarto Congreso de Escritores y Artistas impulsado por Deng Xiaoping. No sólo las formas, el lenguaje y las temáticas literarias se diversificaron, sino que también se produjo un nuevo boom de traducciones de literatura occidental, especialmente de filosofía y teoría cultural.
            En cuanto a las relaciones de poder, y siguiendo a Fang (2004), en este periodo existía una analogía de lucha de poder, por un lado, entre el estado-partido y los intelectuales, y por otro lado, entre los hombres intelectuales y las mujeres, siendo la primera figura de cada relación quien controlaba y la segunda figura quien estaba controlado (estas relaciones se ejemplificarán con el análisis de la obra de Zhang Xianliang). Es precisamente el desempoderamiento de los intelectuales por parte del estado-partido durante la revolución lo que situará a los hombres de este grupo en el centro de estas relaciones de poder. Sin embargo, mientras que los hombres intelectuales resistían y se rebelaban en contra del estado-partido, no serán conscientes, a su vez, de que su actitud para con las mujeres será esencialmente la misma suerte de control que ellos mismos padecían. Se observa, pues, una rearticulación de la tradicional jerarquía de  clase y género en China.


Argumento y niveles temáticos de la obra
En este apartado resumo sucintamente el argumento de la obra en relación al análisis posterior y saco a colación los principales temas que se plantean.
            El protagonista, Zhang Yonglin (representación del propio autor), es un intelectual de treinta años jefe de brigada de un campo-reformatorio al norte de la provincia de Ningxia. En 1966, al comienzo de la Revolución Cultural, Zhang tiene su primer encuentro con Huang Xianjiu, mujer divorciada dos veces y también prisionera, pero en su caso por haber mantenido relaciones sexuales extramatrimoniales. Debido a que Zhang ha pasado la mayor parte de su juventud entrando y saliendo de prisiones y campos-reformatorios, todavía no ha tenido ninguna experiencia sexual con mujeres. En este primer encuentro, Huang se está bañando desnuda en un canal de agua, de ahí que Zhang se quede estupefacto, siendo para él casi una experiencia iniciática. Ocho años más tarde, ambos personajes vuelven a encontrarse en una granja estatal y acabarán casándose tras el cortejo y petición de matrimonio por parte de Zhang. Sin embargo, éste no tardará en descubrir su impotencia sexual, siendo acusado de “medio-hombre” por su esposa. En consecuencia, Huang sentirá una gran frustración que derivará en una relación extramatrimonial con Cao Xueyi, el secretario del partido de la granja estatal. Un día, Zhang realizará un acto heroico que salvará a todo el pueblo de una inundación provocada por el desbordamiento de un río, ya que él es el único que sabe nadar y puede reforzar la orilla del canal. Con esta situación, donde las relaciones jerárquicas se diluyen y es él quien acaba tomando todas las decisiones, Zhang saldrá reforzado emocionalmente y, tras volver a casa y recibir los cuidados de Huang, ambos comprueban que su impotencia ha desaparecido, convirtiéndose así en un “hombre real” y pudiendo cumplir con sus obligaciones como marido. Finalmente, y ante la sorpresa de Huang, Zhang acaba divorciándose y huye de casa alegando la infidelidad de Huang y sus obligaciones políticas para con el país.
            A mi parecer, si bien el tema de la sexualidad y el sexo se encuentra en la superficie argumental de la novela, existen, al menos, dos niveles más. Por un lado, e íntimamente ligado con lo anterior, se observa un nivel de crítica política en contra de la brutal opresión física y psíquica del régimen comunista. Con el totalitarismo que experimentó el país los intelectuales sufren una castración tanto en un sentido físico como creativo. Por otro lado, y en un nivel mucho más implícito, es posible realizar una lectura centrada en la opresión de la mujer a través de la figura de Huang.
Así pues, y teniendo la sexualidad y el sexo como elementos vehiculares, paso a analizar en los siguientes apartados los efectos de la persecución política en las relaciones de género de la novela a través de los personajes de Zhang y Huang.


Política y emasculinización
Durante el maoísmo, la idea de felicidad estaba totalmente vinculada al proyecto mismo de la revolución, de ahí que se pueda pensar que resultara imprescindible una suerte de autodestrucción para alcanzar una autorrealización personal. La sublimación del deseo se canalizaba del individuo al discurso del partido, del id al superego. La felicidad, pues, solo podía provenir de la elevación del colectivo sobre el individuo, del proletariado sobre la burguesía, del ascetismo sobre el hedonismo, y del fervor revolucionario sobre la satisfacción material (McGrath, 2009). Con el fin del maoísmo esta sublimación se revertirá, y es precisamente en este contexto donde se sitúa la reflexión de Zhang Xianliang. (Más allá del modo en que el sexo es sublimado por la política, es importante aquí, como luego analizo, la reacción precisamente del reprimido.)
            Zhang Yonglin no experimenta stricto sensu este tipo de patología debido a su oposición ideológica del partido, sin embargo, precisamente por este desencaje ideológico, y sobre todo por su condición de intelectual, el protagonista sufre las consecuencias de la represión si cabe aún más resultando en su emasculinización o castración. En la primera parte de la novela se desprenden las causas políticas de este hecho.
            En primer lugar, la privatización de las necesidades sexuales básicas. Los prisioneros en la novela no tienen ningún tipo de acceso a mujeres reales y el campo-reformatorio no es sino una celda compuesta por hombres: “Presas y presos estábamos completamente separados. Hasta tal punto que los presis casi habíamos olvidado la existencia de estas presas a nuestro lado” [p. 62]. La única forma que tienen éstos de aliviar sus necesidades pasa por flirtear de forma brusca y animal con algunas mujeres que se encuentran al paso cuando pasan cerca de sus pueblos, si bien, como confiesa Zhang: “Aquí el amor no existía; sólo el puro deseo fisiológico…” [p. 83]. Además, en la novela tampoco se menciona la homosexualidad ni la masturbación precisamente porque en China son comportamientos inmorales que van en contra de la piedad filial y por lo tanto tabú. Existe una clara relación, pues, con la equiparación foucaultiana entre discurso y poder: “Policía del sexo: es decir, no el rigor de una prohibición sino la necesidad de reglamentar el sexo mediante discursos útiles y públicos” (Foucault, 1977: 17). O también cuando Marcuse dice que la civilización, como forma establecida y aceptada de conducta social, hace sentir culpables a los reprimidos por sus impulsos (1983: 85).
            En segundo lugar, la asexuación de las mujeres también contribuye a la emasculinización del protagonista. Este cambio en la apariencia de las mujeres se racionalizaba por parte del partido al considerar la belleza como una reminiscencia burguesa que debía ser denunciada y erradicada.  Zhang dice sobre las mujeres que “Se habían convertido en animales cuyo sexo sólo no sabrías distinguir, y por ello más feas que los propios presos. Ellas ¿qué eran? ¿Eran mujeres? Lo de «mujer» sólo era un concepto que la costumbre había añadido a su cuerpo. No tenían cintura, no tenían pecho, no tenían nalgas […] no dejaban de mostrar una tosquedad de hembra salvaje” [p. 64]. Si bien la asexuación de las mujeres afectaba a los hombres del campo-reformatorio, que la situación de ellas era incluso peor que la de ellos va de lo suyo, ya que, además de la privatización sexual, sufrieron una transformación de su apariencia y un proceso de insensibilización en su actitud.
            En tercer lugar, y estrictamente relacionado con la forma de vida de los intelectuales como Zhang, la novela da cuenta del desasosiego cultural e identitario continuo que experimenta el protagonista. Como dice el propio Zhang: “La civilización no es más que una cuerda que mantiene al hombre atado; hace que todas las necesidades que tienen su origen en la propia naturaleza humana se vuelvan tan complicadas, tan deseables y al mismo tiempo inalcanzables. Más me valdría ser como esos vulgares presos campesinos. Pero también me felicitaba a mí mismo por haber recibido esa educación, pues la civilización es lo que me distingue de los animales…” (p. 79). Zhang parece anhelar esa unión entre mente y deseo propia de los demás presos (y de los animales), sin embargo experimenta una mezcla de sufrimiento y orgullo por pertenecer a la clase intelectual: “Cuando se es un preso, lo mejor es no abrigar ninguna ilusión sobre la vida; yo sí las abrigaba y de ahí mis cuitas” (p. 83). La vida en el campo-reformatorio se limita a las necesidades básicas de hambre y sexo, no obstante, en este último aspecto Zhang trata de distinguirse del resto —para quienes el sexo pasa a ser el objetivo de su supervivencia en lugar de un medio para ella— substituyendo los comentarios vulgares de sus compañeros por fantasías sobre las mujeres basadas, por ejemplo, en los cuadros de Picasso. Con todo, estas fantasías también le privan del pensamiento intelectual. La politización de la impotencia y la consecuente pérdida de creatividad intelectual se la acabará recordando sarcásticamente a Zhang un caballo castrado —uno de los varios alter ego con los que Zhang mantiene conversaciones en su imaginario— de la granja estatal: “Tú lo sabes perfectamente: ¿por qué los hombres nos castran? Porque quieren despojarnos de toda creatividad, para poder manejarnos. De no castrarnos, tendríamos nuestra propia voluntad libre, a menudo se vería que somos más inteligentes que vosotros, y entonces ¿cómo podríais dominarnos?” (p. 189).
            En cuarto lugar, el aislamiento al que están sometidos los presos es diametralmente opuesto a la ambición de Zhang como intelectual por conocer los asuntos políticos que acucian al país. Paradójicamente, permanecer encerrado en el campo-reformatorio le aparta de la brutal persecución y represión que se vive fuera y le otorga un relativo alto grado de libertad: “en el campo-reformatorio se podía poner en práctica el principio «que cada cual despliegue todas sus capacidades […] era un verdadero reino independiente»” (p. 26). Esto no significa que parte de esta sensación de libertad en realidad no esté recubierta por un esfuerzo obligado de autodefensa o incapacidad de rebelarse en contra del sistema, lo cual de alguna forma recuerda al personaje literario de AQ de Lu Xun (1921).
            Por último, la ubicuidad y fusión de la política con el gran deseo sexual de los presos hace que todo en sus vidas quede sexualizado y politizado. Por ejemplo, algunas de las citas de Mao Zedong adquiere nuevos significados sexuales: “Somos —— comunistas,/ ¡Como —— semillas!” (p. 39). Además, y de forma inversa, la política entra hasta en lo más privado de los individuos: “¿No influiría acaso el ambiente [en mi impotencia]? ¿No habría tal vez un obstáculo psicológico? Aprovechando un momento en que ella no estaba en casa, tapé aquellos cadáveres amontonados en desorden [que aparecían en las hojas de diario que colgaban en la pared] pegando silenciosamente encima de ellos otra hoja de periódico” (p. 175).


Política y misoginia
Como he comentado más arriba, la novela presenta problemas y tensiones a través de la sexualidad, pero bajo esta capa se observa una persecución política, consecuencia de la emasculinización de Zhang, y sus derivaciones —en un nivel mucho más profundo— en forma de lucha de poderes que pueden observarse en su matrimonio. A continuación destaco los elementos de misoginia que, a mi parecer, se observan entre estos dos personajes.
Para explicar por qué y cómo reproduce Zhang la represión a la que él mismo está sometido, considero valiosa la relación que hace Fang (2004) entre el hombre intelectual chino durante los años de revolución y su nostalgia de la masculinidad tradicional representada por el modelo del junzi君子. Este término, que literalmente quiere decir “hijo del rey” o “hijo del gobernador”, inicialmente hacía referencia a un “miembro de la clase alta”, es decir, simplemente indicaba un estatus. Más tarde, será Confucio quien le añada otras connotaciones y junzi pasará a referirse a una persona con grandes conocimientos y un alto nivel moral, siendo sinónimo de “verdadero hombre”, “hombre superior”, “noble”, etc. Estas cualidades, a su vez, debían asistir a los gobernadores para dirigir el país.
A veces Confucio también utilizaba indistintamente el término shi en su lugar, término que inicialmente hacía referencia a “oficial”, “caballero” u “hombre”, en contraposición a la mujer. Con la llegada de la dinastía Han (206 a.n.e.-220), la idea de shi pasó a relacionarse con la política por dos motivos: la institucionalización del confucianismo y la entrada en vigor del sistema de exámenes imperiales, siendo importante sobre todo desde la dinastía Tang (618-907). Los shi, pues, estudiaban para convertirse en junzi, que a la vez tenían la responsabilidad de servir al país. Este sistema de exámenes finalmente fue abolido en 1905, pero la conciencia política y la pertenencia de grupo, inseparables del sentimiento de responsabilidad y superioridad respecto al resto de la población, estaban tan arraigadas que los intelectuales posteriores todavía conservarán ese deseo de supremacía social.
Esta idea de junzi, por otro lado, nunca se expresa con un con género particular en el discurso de Confucio. Sin embargo, y como apunta Kam Louie, “Confucio nunca se presenta en compañía de mujeres [...] Si una mujer alabara un seguidor de Confucio bajo sus pies, solo sería para conseguir el éxito de sus hijos en los exámenes” (Louie, 2002: 46). Para Confucio, incluso si una mujer tiene las cualidades de un junzi, ésta no podía llegar a serlo nominalmente: “El rey Wu, a su decir, tenía diez hombres de buen gobierno. El Maestro Kong dijo: «Los grandes talentos escasean, ¿no es así? Comparada con [las soberanías de] Yao y Shun juntas, aquélla de [de Wu] era de gran abundancia. [Aun así, Wu no tuvo a su servicio más que diez hombres capaces, mejor dicho] sólo nueve, pues había una mujer»” (Confucio, viii: 20).
Así pues, parece obvio que el protagonista de La mitad del hombre es la mujer comparte, o al menos ambiciona, las características propias del junzi en su ambición política por salvar al país (sacrificando su matrimonio), en sus formas y su abstinencia sexual, y en su heroicidad.
Con este breve esbozo del significado de la figura del junzi y su relación con el intelectual contemporáneo, paso a analizar la relación entre Zhang y Huang a lo largo de la novela.
A modo general se puede decir que la obra no narra el camino de Zhang por recuperar su potencia sexual, ya que nunca antes la había descubierto, sino por recuperar su estatus social como intelectual, de reconocerse y ser reconocido como tal. La diferencia en el camino para recuperar este estatus arrebatado, bien sea real o ideal, en relación con el de llegar a ser un junzi estriba precisamente en la necesaria presencia o no de la mujer: el junzi, según Confucio, prescinde de ella, pero para Zhang ésta deviene un requisito indispensable, como se infiere del propio título de la novela. La paradoja es evidente: para Confucio la castración a la que ha sido sometido Zhang nunca sería un impedimento para convertirse en junzi, sin embargo su idea de intelectual es ulteriormente confuciana.
Esta odisea particular de Zhang para recuperar su estatus tiene a Huang a la vez como pasaporte y víctima. A continuación presento algunos de los factores que ejemplifican esta idea. En primer lugar, la mujer sólo representa un complemento (desechable) para que Zhang recupere la masculinidad. El protagonista, pues, no se diferencia de los demás presos en cuanto a la necesidad sexual a pesar de considerarse un intelectual. Aún más, cuando Zhang se queja de la asexuación que sufren las presas en el campo-reformatorio, no lo hace por la desgracia de éstas, sino porque su ideal femenino no se corresponde con la realidad. El evento más claro que ejemplifica este hecho es el primer encuentro con Huang bañándose desnuda en el arroyo. Zhang se horroriza ya no sólo de lo que ve, sino de su propio deseo sexual y, por ende, de su verdadera masculinidad. Es decir, Zhuang conoce/recupera su potencia sexual, pero la mujer real “tal y como es” queda sacrificada. Esta sensación también la experimenta de alguna forma al ver a las otras presas: “El estómago, de pronto, se me revolvió, y un líquido ácido mme subió por la garganta. Volví la cara. No podía seguir mirando. Iban a destruir la atracción que yo sentía hacia el sexo femenino, mi interés por las mujeres, y aun las esperanzas que en la vida tenía depositadas” (p. 65).
Para completar su remasculinización Zhang acabará contrayendo matrimonio con Huang, pero cuando esta descubre su disfuncionalidad no duda en recriminárselo e incluso comete adulterio. Esta condición de “macho eunuco” es equivalente a la de “mujer” en tanto que ambas se incluyen en de la categoría de xiaoren 小人 (ser humano inferior) dentro del discurso confuciano. Esto lleva a Zhang a identificarse con héroes trágicos y mártires como Jesús, Hamlet y Sima Qian. Es decir, pasa de ser un simple hombre castrado a identificarse con grandes héroes: “Cuando me volví a enderezar para arrojar una nueva gavilla al caballón, de pronto tuve la sensación de haber crecido, como si fuera el héroe de una tragedia. Miré a mi alrededor a todos aquellos presos que, doblado el espinazo, escardaban los campos, y como cuando Jesús, crucificado en el Gólgota, miró a los dos bandidos a derecha e izquierda y declaró: «Yo soy el Hijo de Dios», también a mí me inundó una gran compasión nacida del sentimiento de mi superioridad espiritual” (p. 30). Este pensamiento se llevará a la práctica con el acto audaz que salva al pueblo de la inundación. No obstante, lo que realmente propicia la recuperación de su sexualidad no es este hecho per se, sino la compañía sexual de Huang esa misma noche. Una vez recuperada su “identidad”, Zhang debe encontrar su “lugar” como intelectual, de ahí que acabe por marcharse. Sorprende, pues, que cuando Zhang es impotente, Huang le rehúsa; mientras que cuando recupera la virilidad, es éste quien quiere deshacerse de ella. En conclusión, se observa cómo el interjuego de deseos sexuales es una lucha de poderes que finalmente no está determinada por el talento de Huang, sino por la potencia sexual, o ausencia de ella, de Zhang.
En segundo lugar, Huang se convierte en un obstáculo para Zhang una vez éste recupera su masculinidad. Huang ha sido vital para esta recuperación, pero sólo en parte, ya que psicológicamente y políticamente todavía sigue estando castrado. Desde este momento, la repulsión de Zhang hacia ella crece en contraposición a la atracción que existía inicialmente. Sin embargo, y de acuerdo a la moral del buen intelectual, éste no puede abandonarla de cualquier forma. Para ello le hace falta una justificación que, paralelamente, marcará simbólicamente su recuperación total. Para Zhang, el adulterio de Huang; su ambición política, que puede incomodar a Huang; el control de Huang a través de su capacidad para delatar su pensamiento político; y su sospecha de que Huang lo está arrinconando cada vez más a un rol familiar, se convierten en motivos suficientes para acabar con el matrimonio.
Con el primero de estos pretextos se implica de forma indirecta que Huang hubiera cometido adulterio sea Zhang o no impotente, ya que de hecho no es la primera vez que lo hace. Sin embargo, esta acusación recuerda que precisamente es ella quien no depende de él para mantener intacta su subjetividad. Esta fortaleza, a pesar de que Huang posee las características esperadas por un hombre, es considerada de forma negativa por ser demasiado asertiva y calculadora. No es, a fin y al cabo, la mujer dócil que espera un marido patriarcal.
En definitiva, Zhang debe divorciarse de Huang para acabar de construir su masculinidad, ya que ésta no se puede articular mediante la interrelación con la mujer de acuerdo a las doctrinas confucianas. Es decir, por un lado, Zhang trata de recuperar lo que la política de la revolución le ha quitado, pero por otro lado, su obstinación por identificarse con el modelo (confuciano) del intelectual hace que Huang sufra doblemente las consecuencias de la política.
En tercer lugar, la opresión de la mujer es añadida de forma equivocada a la opresión política. La igualdad de derechos durante la revolución sin duda puso en peligro la supremacía del hombre tal y como éste se pensaba a sí mismo bajo una perspectiva confuciana. Aquí se encontraría precisamente el error de Zhang al culpar a Huang de su insatisfacción. No importa ya cuán buena esposa sea Huang, sino la distancia que hay entre ambos. Este pensamiento tan dogmático olvida por completo que la mujer, a pesar de la igualdad de derechos, también estaba —si cabe aún más que el hombre— fuertemente oprimida. Por su puesto, nada de esto se dice en la novela, ya que Zhang es un reflejo autobiográfico del propio autor. Más bien lo contrario: mientras que las relaciones de Zhang con los miembros del partido son harmoniosas y fácilmente restaurables —como la buena sintonía con el secretario del partido Cao incluso después de mantener relaciones sexuales con Huang—, no lo son así las relaciones con su esposa: “En este punto, conocí por experiencia que existe una presión más terrible que la presión social, a saber, la presión familiar” (p. 196). Huang no sólo pasa a ser el terreno donde se libra la batalla política y la venganza de Zhang, sino que una vez recuperada/conocida su masculinidad también se convierte en su enemigo.
En cuarto lugar, y desde el punto de vista literario, Huang pasa de ser una mujer dulce a un objeto de condena sin que su voz pueda influir lo más mínimo en el desenlace de la novela. Lo único que importa es que Zhang pueda lograr con éxito su objetivo de volver a su estatus “natural” de intelectual cueste lo que cueste. Huang debe sacrificarse para ello, por él, y finalmente para el país entero, ya que, en definitiva, este último objetivo es universalmente mucho más importante que su propia satisfacción personal. La novela, o mejor dicho, el propio autor, nunca se cuestiona que la mujer pueda de hecho participar efectivamente en estos objetivos, ni tampoco que tácitamente siempre sea ella la que se tenga que acoplar, con todo lo que ello pueda suponer, a la causa. El autor, pues, es portavoz sólo de una mitad de la humanidad, dejando sin subjetividad a la otra.


Conclusiones
La audacia y el mérito de Zhang Xianliang por ser el primer autor chino en emplear los recursos del sexo y la sexualidad directamente como armas políticas y tópicos serios dentro de la literatura china es más que remarcable. Sin embargo, el autor no acaba de dirigir o concretar su crítica al partido comunista y acaba utilizando inconscientemente a la mujer (Huang) como cabeza de turco.
            Además, es evidente que todo el proceso por el que tiene que pasar el protagonista de la novela, Zhang, no resulta en un éxito completo únicamente por haber recuperado su sexualidad robada: como he tratado de demostrar, la opresión política que sufre Zhang canaliza en forma de opresión familiar, siendo finalmente esta última la que más le acabará preocupando al protagonista. De todos modos, y más allá de la forma, el intento de Zhang por cambiar la política del país no es baladí. Es cierto que sería lícito culpar directamente a este intelectual de su actitud misógina, sin embargo no cabe olvidar que precisamente él es heredero de un modelo (junzi) confuciano configurado a lo largo de muchos siglos. Por lo tanto, la crítica hacia Zhang no debería centrarse en su ambición, sino en su modo de operar.
            Finalmente, es curioso observar cómo el protagonista a pesar de recuperar su masculinidad —siendo para ello imprescindible la ayuda de su esposa— todavía no acaba de “completarse”, ya que todavía le falta por satisfacer sus necesidades psicológicos y políticos. En cambio, su esposa siempre se ha mantenido invariable con o sin hombres, de ahí que si bien se pueda estar de acuerdo con el título de la novela, es decir, la dependencia del hombre para con la mujer, el mismo autor pone en duda que “la mitad de la mujer sea el hombre”.




REFERENCIAS
Confucio (551-479), Lun yu. Reflexiones y enseñanzas, Anne-Hélène Suárez (trad.), Barcelona: Editorial Kairós.
Fang, Jincai, 2004, “Junzi masculinity and woman in Half of a Man is a Woman”, Tamkang Review 35 (1): 169-197.
Foucault, Michel, 1977 [1976], Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, Madrid: Siglo XXI Editores.
Louie, Kam, 1991, “The Macho Eunuch: The Politics of Masculinity in Jia Pingwa’s “Human Extremities””, Modern China 17 (2): 163-187.
—, 2002, Theorising Chinese Masculinity: Society and Gender in China, Edinburgh: Cambridge University Press.
Louie, Kam, y Louise Edwards, 1994, “Chinese Masculinity: Theorizing ‘Wen’ and ‘Wu’”, East Asian History (8): 135-148.
Marcuse, Herbert, 1983 [1953], Eros y civilización, Juan García Ponce (trad.), Madrid: SARPE.
McGrath, Jason, 2009, “Communists Have More Fun! The Dialectics of Fulfillment in Cinema of the People’s Republic of China”, World Picture (3), URL: http://www.worldpicturejournal.com/WP_3/McGrath.html.
Prado-Fonts, Carles, David Martínez-Robles, Alicia Delinque Eleta, 2008, Narrativas chinas. Ficciones y otras formas de no-literatura, Barcelona: Editorial UOC.
Tam, Kwok-kan, 1989, “Sexuality and Power in Zhang Xianliang’s Novel Half of Man Is Woman”, Modern Chinese Literature 5: 55-72.
Zhang, Xianliang, 1992 [1985], La mitad del hombre es la mujer, Iñaki Preciado Idoeta y Emilia Hu (trads.), Madrid: Ediciones Siruela.
Žižek, Slavoj, 1996, “The Fetish of the Party”, en Willy Apollon y Richard Feldstein (eds.), Lacan, Politics, Aesthetics, Albany: State University of New York Press.